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'El diablo viste de Prada': el musical que te devuelve las ganas de soñar

  • Marta Camarena Ferrero
  • 12 oct
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: hace 3 días

¿Cómo no se hizo este musical antes?


The Devil Wears Prada London

Hacía mucho tiempo que no me sentía tan involucrada en un musical. La experiencia es increíblemente inmersiva y no te permite apartar la mirada ni un segundo. Los cuidados decorados, el prestigioso vestuario, las luces y las modelos que desfilan a tu alrededor consiguen que te sientas completamente parte del imperio sectario de la moda que construyó y controla Miranda Priestly, esta vez interpretada por la imponente Vanessa Williams.


Y qué decir de esta talentosa mujer que no se haya dicho ya. Más allá de su carismática voz, Vanessa logra darle un nuevo enfoque al personaje de Meryl Streep del que nos enamoramos y el cual parecía ser insuperable. Pero esta versión excedió mis expectativas al mantener la dureza y frialdad de la Miranda original y añadiendo un tinte pícaro que recuerda a Deborah Vance de la premiada serie Hacks.


No es un secreto que El diablo viste de Prada siempre ha sido una película rompedora. La estética, su simpleza y los debates morales que planteaba siempre fueron muy cautivadores para mí. Pero creo que convertirlo en un musical ha perfeccionado la obra maestra, mejorando todos los aspectos en los que el filme flaqueaba.


Algo que me encantó fue cómo las canciones aportaban un necesario backstory a personajes secundarios que en la película resultaban planos y existían solo para hacer avanzar la trama, como Nigel o el novio de Andy. Además, sin destripar mucho, hay un personaje muy querido por el público que consigue un final mucho mejor al original y he de confesar que algo dentro de mí consiguió sanar como es debido después de tanto tiempo.



Qué se le va a hacer, Elton John nunca defrauda. Su capacidad de composición es impecable y es muy emocionante poder comprobar que todas las instrumentales conservan ese sello esencial que tanto echábamos de menos de canciones como I’m still standing o The bitch is back. Es verdaderamente sorprendente vivir en un mundo en el que la película más icónica de los 2000 ha hecho una colaboración con el músico más talentoso de nuestro siglo. Este dúo lo es todo para mí, realmente, y agradezco cada momento en el que una de las canciones del musical se encierra en mi mente y se niega a irse. 


Por desgracia, no pude ver actuar a la prometedora Georgie Buckland, pero tuve la gran suerte de presenciar la sustitución de Olivia Saunders. Qué voz y qué presencia tan especial tenía. Definitivamente ha nacido para interpretar a Andy Sachs. Las personalidades de ambas pelean constantemente por aparecer en escena y en momentos uno es incapaz de saber cuál de las dos es la real y cuál la actuada. Y es que ser la sustituta le viene que ni pintado para interpretar al personaje. Como ya sabemos, Andy es una chica soñadora, un tanto incómoda socialmente, que está completamente fuera de lugar al inicio de la historia y que poco a poco se va creciendo en su nuevo puesto y teniendo cada vez más confianza en sí misma hasta adquirir esa cualidad asesina que tanto caracteriza a Miranda Priestly. Y esto es tal cual lo que le parece ocurrir a Saunders a lo largo de la obra, al tener ojos inseguros inicialmente por no ser el papel que está acostumbrada a interpretar, hasta convertirse en una eminencia del teatro musical que no te permite irte de allí sin tener la piel de gallina ante su fuerte y áspera voz.



Siendo sincera, no puedo pensar en nada negativo que decir de la producción. Todo el elenco lo hace que da gusto, hasta se te olvida de vez en cuando que también son humanos como tú. Sus impactantes voces me recordaron cuánto me gustan los musicales y lo necesarios que son. Y aprovecho este espacio para pedir a nuestros lectores que se permitan sumergirse en la magia de los musicales y visiten los teatros para, así, poder tener cada vez más y mejores producciones como esta.


La vuelta de Londres fue demoledora, maldije Madrid por no tener aún este brillante musical en la ciudad y la espera por el lanzamiento del álbum en Spotify se me hizo eterna —que por cierto, es lo único que he podido escuchar mientras escribía esta crítica—. En resumen, vivir este espectáculo es una experiencia que te marca para siempre, y lo hace de la mejor manera posible, así que recomiendo que, si te lo puedes permitir y aún no sabes dónde irte en las próximas vacaciones, elijas como destino Londres y lo disfrutes todas las veces que puedas.



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